Una vez superada la recesión económica mundial, todavía quedan las secuelas de la crisis financiera generada por los créditos hipotecarios de baja calidad otorgados en Estados Unidos, así como la amenaza latente de la tendencia alcista en los precios de los energéticos, en los alimentos y en las materias primas.
Una recuperación frágil con una limitada generación de nuevas plazas laborales, con una disminución de la confianza del consumidor y una alta tendencia especulativa por parte de los inversionistas, pone en una encrucijada a las políticas fiscal y monetaria de todos los países del mundo.
El mantenimiento de las tasas de interés en muy bajos niveles que van desde cero hasta dos por ciento en Estados Unidos, la Unión Europea y Japón, así como la debilidad del dólar frente al euro y al yen, son un factor que favorece la recuperación, a riesgo de generar un proceso inflacionario. Sin embargo, un cambio en la política monetaria que comience a aumentar las tasas de interés puede provocar una recaída en el crecimiento de las actividades productivas.
Por lo pronto, existe preocupación ante la inusitada recuperación de los precios de los activos financieros que se negocian en los mercados de capitales. El temor del surgimiento de una burbuja en los valores bursátiles, ante el bajo umbral que ofrecen los activos sin riesgo, es una preocupación de las autoridades financieras y monetarias. Ante la limitante de enfrentar este fenómeno mediante el aumento en las tasas de interés, los bancos centrales están volteando a ver la posibilidad de elevar las exigencias del índice de capitalización de la banca. Para que esta medida no genere distorsiones en la intermediación financiera que nulifique el esfuerzo para desinflar la burbuja en los mercados de valores, tendría que ser aplicada coordinadamente por todos los países
La discusión en torno a la política fiscal, a su vez, ante la transformación de la deuda del sistema financiero en obligaciones públicas, se encuentra frente a la disyuntiva del mayor déficit en las finanzas públicas y la necesidad de un mayor gasto para paliar el desempleo, para aumentar la seguridad social y para mantener los estímulos para la recuperación de las empresas.
En México, el banco central ha decidido mantener la tasa de interés objetivo inalterada, a pesar de las presiones inflacionarias que se han dejado sentir al inicio del año y de la perspectiva que se tiene para el primer trimestre. El objetivo del nuevo gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, de cumplir con el mandato de esa institución sin sacrificar el crecimiento económico, es un reto que se espera quede debidamente expuesto en el programa monetario para el año que debe presentarse el 27 de este mes.
Si bien en México no existe la presión de la deuda sobre las finanzas públicas, la situación resulta similar a la de Estados Unidos y de los países europeos, derivado de la baja recaudación y de la rigidez que presenta la hacienda pública.
El objetivo que se ha planteado el gobernador Carstens puede lograrse si se lleva a cabo la reforma fiscal integral, así como si se mejora sustancialmente tanto la administración tributaria, como el ejercicio del gasto, sobre todo el destinado a la inversión con un alto efecto multiplicador. Uno de los instrumentos para asegurar la transparencia y eficiencia en el ejercicio presupuestal, es el sistema de evaluación de desempeño, que implica que se de un estrecho seguimiento al cumplimiento de las metas y de los objetivos, de acuerdo a los indicadores de gestión, tal como lo ha señalado Angel Gurría, secretario de la Organización para Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).
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