Después del “catarrito” que se convirtió en una fuerte recesión, la economía del país dejó de contraerse en el tercer trimestre del año y comenzó a mostrar signos de una incipiente y limitada recuperación. Aunque las actividades productivas empezaron a tener un mayor dinamismo, no ocurrió lo mismo con el empleo, de tal manera que durante el último semestre se alcanzaron preocupantes niveles de desempleo y de las actividades informales.
Por temores que renacieron sobre la solidez del sistema financiero en Estados Unidos, así como las dificultades para hacer frente a sus obligaciones que enfrentó Dubái, uno de los Emiratos Árabes, comenzó a generarse un flujo de capitales hacia los mercados emergentes que permitieron que sus monedas tendieran a estabilizarse, así como sus mercados de valores, mientras que el dólar continuó su debilidad frente al euro y al yen. Por su parte, el peso mexicano, al final del año, terminó con un tipo de cambio que ronda los trece pesos por dólar y la bolsa de valores cerca de su mayor nivel, reponiendo las pérdidas registradas durante el año para alcanzar un ganancia anual de más de 42 por ciento.
El crédito continuó su tendencia descendente mientras que la cartera vencida de los bancos iba en ascenso a pesar de la disminución en las tasas de interés y de las comisiones, gracias a la regulación que emitió el Congreso. El Banco de México, la institución que sin lugar a dudas es la que mejor desempeño ha mostrado en la última década en el país, se mantuvo atento para controlar la inflación y para que el mercado no presentara riesgos sistémicos y no se presentara una severa contracción en la liquidez, con lo cual se contuvo el efecto que pudo haber generado el incumplimiento en que incurrieron varias instituciones financieras no bancarias ,así como por los descalabros que sufrieron corporativos mexicanos en operaciones de derivados sobre el tipo de cambio.
Hacia el cuarto trimestre del año se comenzó a trabajar en las medidas para mantener la recuperación en el año que mañana se inicia, para lo cual el Presidente Calderón, por conducto de la Secretaría de Hacienda, todavía bajo el mando de Agustín Carstens, presentó al Congreso el paquete económico que contenía una serie de modificaciones fiscales, de propuestas de reasignación del gasto, de medidas de austeridad y un acotado ajuste en el aparto burocrático federal. El marco económico en que se ubicó la propuesta presidencial toma en cuenta que no se podrá contar con el monto de ingresos petroleros como había sido el caso de los años anteriores, aún cuando se llevó a cabo una nueva operación cobertura para garantizar el precio incluido en la Ley de Ingresos.
La discusión en el Congreso tomo en cuenta los interese de las entidades federativas y de los municipios, que fueron las instancias gubernamentales más afectadas por la recesión, lo que llevó a que se aprobara un aumento en el tasas del impuesto al valor agregado, a la del impuesto sobre la renta y a los impuestos a la producción, así como diversas modificaciones en materia de consolidación fiscal, entre las medidas más importantes. A su vez, el gasto sufrió reasignaciones para poder atender las prioridades regionales, el gasto social, la educación superior y el apoyo a las zonas rurales.
Al final de una década de pobre desempeño económico, el cambio que se vivió en el año 2000, solo ha significado un retroceso en el bienestar de la población y en una pérdida a nivel internacional en términos de de competitividad, destino de inversiones y un agravamiento en los indicadores de productividad, ineficiencia, corrupción, falta de transparencia y de inseguridad.
El gobierno federal ha emprendido una lucha frontal contra el narcotráfico y la delincuencia organizada, pero aún no logra erradicar el núcleo de las organizaciones criminales. En el resto de los grandes retos nacionales, no se han logrado resultados debido a que falte voluntad por parte de las autoridades, sino por falta de capacidad y de oficio. Los cambios en el equipo gubernamental no han privilegiado el buen desempeño de los responsables de las dependencias, sino que han servido solo para premiar la militancia partidista y la cercanía con el grupo en el poder, como ha sido el caso en las secretarías de economía, comunicaciones y transportes, desarrollo social y hacienda, mientras que se decidió no ratificar al único funcionario que cumplió escrupulosamente con su cometido, Guillermo Ortiz, hasta el día de hoy gobernador del Banco de México.
El país requiere cambios, para no seguir solamente esperando a lo que suceda en la economía de Estados Unidos, que impliquen una verdadera reforma fiscal, la reforma laboral, continuar afinando el marco regulatorio financiero y las medidas para elevar el nivel educativo en los niveles básicos, así como un apoyo multianual a la educación superior, al sistema de salud y a la seguridad social.
Frente a la intensa actividad política del nuevo año y la perspectiva del 2012, es imperativo que el Presidente Calderón se convierta en un jefe de estado que anteponga sobres sus interesase partidistas, a los intereses del país y pueda consensuar con el Congreso los cambios que el país requiere, así como poder llevar a cabo un ejercicio eficiente de la función pública
Solo resta desearles a los lectores que el año 2010 sea mejor que el que hoy termina y que todos los mexicanos tengamos la fuerza de voluntad para sacar al país del estancamiento político y económico en que ha caído en lo que va de este siglo
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