El Sol de México
10 de abril de 2008
Miguel González Ibarra
La septuagésima primera Convención Bancaria celebrada recientemente en Acapulco, centró sus trabajos en la necesidad de impulsar la cultura financiera en el país. Después de 80 años de contar con un sistema financiero que ha tenido como pilar a la actividad bancaria tradicional, la última década ha estado marcada por una gran transformación en la estructura y composición del mundo del dinero, que lo ha vuelto más complejo, riesgoso y productivo. Este mundo de hoy requiere de un aprendizaje continuo, tanto de los usuarios, como de los prestadores de los servicios, además de un gran esfuerzo de divulgación entre toda la población.
La crisis de 1995 marcó el inicio del cambio en el sector financiero, con la fusión y adquisición mayoritaria por parte de inversionistas extranjeros de los bancos más grandes que operan en el país, con lo cual se convirtieron en filiales de los grandes corporativos bancarios mundiales, a excepción, en el primer rango de instituciones, de Banorte. A partir de entonces, se emprendió un gran esfuerzo de modernización tecnológica, mientras que se incorporaban, al mismo tiempo, las innovaciones financieras que han estado impulsando la mundialización de los mercados de capitales.
Las acciones para alcanzar una mayor penetración de la banca entre todos los grupos sociales y en todas las actividades económicas, requirió también de una gran inversión en promoción y publicidad, lo cual originó que los productos se encarecieran vía las comisiones que se cargan por utilizar los servicios bancarios. Adicionalmente, se generó una gran competencia entre las instituciones que llevó a sobre bancarizar a un núcleo importante de usuarios de los servicios que prestan, así como a tener que improvisar un equipo de ejecutivos y promotores en empresas que operan fuera de la estructura del banco (out sourcing), que poco conocen y con escasa relación con la actividad sustancial de los bancos.
Otro gran cambio que se ha presentado en esta década consiste en una diferente composición de la captación del ahorro, gracias a la innovación financiera, que permite a los intermediarios financieros obtener beneficios sin tener que incurrir en grandes riesgos comerciales y de transformación. El surgimiento de una gran diversidad de fondos de inversión, de compleja composición y comprensión tanto para los ahorradores, como para los empleados de los bancos, ha venido a sustituir a los tradicionales depósitos a plazo.
La transformación que ha sufrido el sector financiero del país no se limita sólo a la conformación bancaria ni a su nueva manera de operar y ni a la diversidad y complejidad de servicios que ofrecen, sino que también han surgido nuevas figuras financieras que cada día cobra más importancia dentro del mercado. De tal manera, a las grandes instituciones bancarias, se suman cada vez más nuevos bancos, tanto de nicho como especializados, algunos estrechamente ligados con importantes actividades de carácter comercial. Adicionalmente, existen cerca de 400 tipos de nuevos organizaciones financieras formales, entre arrendadoras, factorajes, almacenadoras, aseguradoras, afianzadoras, uniones de crédito, casas de cambio, centros cambiarios, Sociedades de Objeto Limitado y de Objeto Múltiple (Sofoles y Sofomes), cajas de ahorro y préstamo, cooperativas y financieras populares, además de empresas auxiliares como las calificadoras y las dedicadas al medio bursátil.
Finalmente, para completar el panorama hay que mencionar el cambio que ha sufrido la banca de desarrollo, que se ha retraído de su función de fomento para buscar convertirse en instituciones que garanticen el acceso al crédito y a los mercados de capitales a los agentes económicos que tienen dificultad para poder tener acceso a los canales convencionales. Esta actividad contempla el fortalecimiento de figuras que tienen un menor nivel de formalidad y de sofistificación financiera que son los denominados dispersores de crédito, sobre todo en el medio rural y adquieren la forma de micofinancieras, de organizaciones de productores y de organizaciones de ayuda a grupos determinados que tiene la característica de no ser gubernamentales (ONG).
Conocer todas las nuevas figuras, modalidades de servicios y productos, constituye un serio reto tanto para las entidades que se ubican en el sector financiero como para los usuarios de sus servicios. De tal manera que la bancarización debe contar de manera ineludible con un redoblado esfuerzo de educación y divulgación financiera, con el fin de crear un adecuada cultura en la materia.
En esta tesitura se inscriben las acciones que han emprendido Banamex, Bancomer y Santander, la primera para llevar a cabo un diagnóstico, en colaboración con la UNAM, sobre el nivel de conocimiento financiero de los usuarios de los servicios de la banca, mientras que el segundo se ha unido al esfuerzo del Banco de México para impulsar el Museo Interactivo de Economía, (MIDE) para generar materiales educativos y llevar a cabo cursos entre la población escolar, mientras que Santander ha creado una gran sinergia con las universidades del país a través de su programa Universia.
Finalmente, merece destacarse la colaboración que la Facultad de Economía de la UNAM ha venido sostenido con la Secretaría de Agricultura, el Fideicomiso de Riesgo Compartido (FIRCO) y la Financiera Rural para apoyar la consolidación de un sistema financiero rural.
miggoib@servidor.unam.mx
http://www.oem.com.mx/elsoldemexico/notas/n658405.htm
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