El Sol de México
3 de enero de 2008
Miguel González Ibarra
Al inicio de todos los años, se comienzan a generar expectativas y a formular proyecciones sobre el futuro comportamiento de la economía. En 2008, los factores que, sin duda, marcarán el escenario económico son la desgravación arancelaria de los últimos productos agrícolas que se comercian entre México, Canadá y Estados Unidos, así como el incremento en las presiones inflacionarias que se han dejado sentir desde los últimos meses del año pasado. Frente a estos retos, se espera que el cambio estructural que ha venido experimentado el país permita no caer en una desaceleración productiva, sino que con mayores inversiones, tanto nacionales como extranjeras, se mantenga un ritmo de crecimiento y de generación de empleos superiores a los del año que acaba de terminar.
El mayor precio en los alimentos a nivel mundial pudiera considerarse como un incentivo para los productores agropecuarios, ya que la viabilidad de los cultivos de los granos básicos y de la leche en el país se mantenía gracias a la determinación de precios de garantía. Sin embargo, la larga cadena de intermediación que existe, así como la falta de capitalización, tanto en el campo como en las actividades agroindustriales para productos alternativos al consumo humano y animal, significan un riesgo para que los beneficios de los altos precios lleguen al productor rural.
Un caso que ejemplifica la problemática rural es el de la cadena productiva de la caña de azúcar, ya que la caña requiere de su transformación industrial para poder llegar al consumidor. Los ingenios azucareros del país no han invertido en plantas que puedan aprovechar la caña en la producción de etanol, por lo que su manufactura se centra, fundamentalmente, en la producción de azúcar y, en menor medida, alcohol. El azúcar derivado de la caña deberá competir abiertamente con la fructuosa, lo cual presiona el precio de venta al consumidor final, mientras que el precio de la materia prima, la caña en sí misma, aumenta nivel mundial por su utilización como energético alternativo.
De tal manera, en este año, además de atender las manifestaciones y tensiones que está provocando la desgravación del maíz, el frijol, el azúcar y la leche; se tendrán que instrumentar programas que permitan capitalizar al campo, fundamentalmente a los pequeños y medianos productores rurales que no cuentan con capacidades de comercialización, almacenamiento y distribución de sus cosechas.
A pesar de los efectos negativos que puede generar la desgravación arancelaria dentro del TLC, es también un reto que, de atenderse adecuadamente, se convertirá en un fuerte impulso a la producción agropecuaria en el 2008. Los programas de apoyo al campo que se pusieron en marcha hace una década se desvirtuaron durante el sexenio foxista, pero el gobierno de Calderón se ha estado dando a la tarea de evaluarlos y ajustarlos, para lograr generar una visión empresarial entre los agentes económicos rurales, con lo cual se transformará la estructura productiva del sector para afrontar con éxito la mayor competencia que ocasionará la apertura comercial.
En lo que concierne a la inflación como factor determinante en la marcha de la economía de 2008, la presión provendrá de los mayores precios de los alimentos y de los energéticos, así como los efectos que traerán consigo la reforma tributaria y las secuelas de la turbulencia financiera internacional. Ante las perspectivas de un aumento mundial en la inflación, en México se espera que la política monetaria se mantenga firme, por lo que se pronostica que las tasas de interés se ubiquen por debajo de ocho por ciento anual, mientras que el tipo de cambio promediaría los 10.76 pesos por dólar, las reservas internacionales continuarán aumentando para ubicarse arriba de los 85 mil millones de dólares y que los precios al consumidor no aumentarán más de 4.5 por ciento.
Finalmente, el factor que permitirá que la economía mantenga una mayor dinámica que el año pasado es el repunte en la inversión tanto nacional como la proveniente del exterior. En ambos casos, el programa de infraestructura que ha instrumentado el actual gobierno será determinante para generar un clima de negocios que se aparte del ciclo recesivo que amenaza a la economía mundial.
La economía interna que se apuntalará a partir de la mayor inversión pública en infraestructura hace prever que pueda alcanzar un crecimiento mayor al del año pasado. El secretario de Hacienda, Agustín Carstens, considera probable que pueda lograse un crecimiento de hasta 4 por ciento, mientras que en una visión más optimista del Instituto Mexicano de Ejecutivos de Finanzas estima que incluso podría llegarse hasta el 5 por ciento, gracias a que la inversión alcanzará a representar el 25 por ciento del PIB. En cuanto a la generación de empleos, los pronósticos fluctúan alrededor de 850 mil nuevas plazas laborales, con una disminución de dos décimas de punto porcentual en la tasa de desempleo abierto. Sin embrago, en las estimaciones más optimistas se considera que podría generarse hasta un millón de nuevos empleos.
El entorno que prevalecerá en 2008 dista mucho de ser favorable, pero constituye un reto que México se propone encarar para obtener mejores resultados que los del año pasado, con lo que se puede revertir la tendencia de polarización regional, sectorial y productiva, para lograr una mejor distribución en el ingreso y en el bienestar de la población en general.
miggoib@servidor.unam.mx
http://www.oem.com.mx/elsoldemexico/notas/n544848.htm
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